¿Y A TI QUÉ TE MOLESTA?

 

La conversación fue, más o menos, así, o en todo caso, fue lo que llegó a través del seto de Durillo que separaba a los que estaban sentados a la sombra del paseo, de la acera colindante.

- Pues a mi no me gusta nada verlos besarse, como si fueran mulas restregándose los morros uno con el otro... ¡y peor aún con esas barbas que llevan algunos!

- ¿Y si son mujeres le molesta?

- No es lo mismo, no me gusta pero no me causa tanto rechazo, la verdad.

- ¡Caramba, eso sí que es curioso!

Un breve silencio siguió; los supuestamente escuchantes, posiblemente turistas u ociosos de fin de semana, supusieron que la conversación había acabado ahí. Nadie de los presentes decía nada y todos miraban como si no oyeran lo que hablaban al otro lado. Unos bajaban la cabeza, otros miraban las ramas de los cercanos Plataneros, otros miraban a sus conocidos y alguna tímida mueca se formaba en su caras cómplices.

- ¿Y a usted que le parece? -fue suficiente para deducir que no se trataba de dos conocidos o amigos íntimos, ese "usted" parecía muy respetuoso.

- ¡Hombre, a mi molestarme, eso no me molesta...! que se besen es mejor a que se peguen ¿no?

- Pues claro, pero a mi no me acaba de gustar. Yo entiendo que todo el mundo puede sentir lo que quiera, pero exponerse así, en la calle... uf, no sé.

- Psché... la verdad es que no me he fijado. Los he visto, a unos y a otras, pero ni me he fijado, la verdad, ya sabe uno va pensando en sus cosas y....

- Si, bueno, pero verse se ve ¿a usted no le molesta?

- No, la verdad es que no. Ya le digo... mejor que una pelea... u otras cosas que uno ve por la calle.

- Entonces ¿a usted que le molesta? ¿O es que no le molesta nada?

- Bueno hombre, sí, algo sí me molesta... y mucho, además.

- ¡Ah, vamos!

- Pues sí, pensándolo bien, hay una cosa que me molesta, que me saca de quicio, que me pone a cien...

- Vaya, por fin, diga, diga.

- Pues mire. Cuando vuelvo de la compra y voy con las bolsas cargado en ambas manos y veo que viene de frente un bloque de cuatro o seis paseantes ocupando toda la acera, hablando de tonterías, pisando huevos y encima soy yo el que tiene que girarse en vez de dejarme pasar ellos o ellas... ¡me dan ganas de volverme y liarme a bolsazos, joder!

Obvio decir que las risas saltaron espontáneamente entre el grupo de desconocidos que ya participaban como oyentes tras el seto, e incluso hubo algún aplauso y más de una voz que dijo "!qué verdad!", "¡eso sí es una molestia!"... hasta el punto de que los dos conversadores se asomaron sorprendidos entre la ramas, vieron al grupo que los observaba entre risas y comentarios y comprendieron que eran ellos el sujeto de esa actitud, se largaron si decir nada más y con el paso rápido cada uno por su lado.

"¿Y a ti qué te molesta?" se repetían con guasa entre los alegres desconocidos, ahora dicharacheros.

@ 2023, by Santiago Navas Fernández