Santa María de la Cabeza (ver biografía en Real Academia de la Historia) fue una mujer posiblemente nacida a finales del siglo XI o primeros del XII, en el entorno de Cobeña, Uceda, etc. y que era básicamente, una jornalera del campo; conoció a un tal Isidro, que la rondó y al final se casaron, tal vez en Torrelaguna, pues el muchacho trabajaba para un tal Ivan de Vargas, hombre hacendado con tierras a lo largo del Jarama. Del matrimonio sólo se cuenta un hijo, protagonista del milagro del pozo (el niño se cayó dentro y María pidió a Isidro que obrase un milagro, que se ve que ya destacaba por su capacidad sobrenatural, así que él, amoroso padre, hizo que el pozo se llenase de agua hasta rebosar y así ascender el cuerpo del infante). Pero el caso es que tanta religiosidad les invadía a ambos que se separaron para poder dedicarse a la vida contemplativo religiosa, regresando ella a sus orígenes donde fue acusada por sus vecinos, de adúltera (se ve que eso del divorcio por la Fé no les gustó a los del lugar); tuvo que asistir Isidro y demostrar que efectivamente María Cabeza estaba en gracia de Dios y no en manos del Diablo pecador. Figuran ambos cónyuges en sendas esculturas en el Puente de Toledo, obra de Pedro de Ribera que por fin dio con la tecla para que el furioso Manzanares no arrastrara más puentes en ese lugar (que sí, que es verdad, que el río arrastró ese puente varias veces hasta que se construyó el actual que podemos ver).