Las calles vacías invitan a pasear tranquilamente. El atardecer en Madrid tiene tantos puntos que incluso a nivel de suelo, nos sorprende un día un sol brillante que comienza a declinar. Sin llegar a ocultarse tras el horizonte, su luz ya se presenta lánguida.
- ¿Qué es aquello, Osa?
- Es un Obelisco, un monumento en recuerdo de algo que levantan los seres humanos de la Tierra.
- ¡Ah!, se parece a un faro como el que tenía el farero en un asteroide que visité una vez.
- En realidad, es una pirámide pero no como las de Egipto que tu conoces.
El Principito se quedó mirando y con cierta melancolía evocó los atardeceres que veía desde su propio planeta. Pronto tendría que regresar, la Rosa le echaba de menos, sentía su nostalgia como sólo se sienten las cosas que uno vive con alma y corazón, más allá de lo que los ojos ven.
@ 2024, by Santiago Navas Fernández