Pasear, hacer deporte, merendar, jugar... todo se puede hacer en este privilegiado Parque Forestal y Jardín de Madrid, porque ambas cosas es y más aún, como larga su historia. Por eso digo que de los cinco sentidos se pueden percibir seis:
vista, que no hace falta explicar mucho, sus jardines, los majestuosos pinos, las encinas, los almendros florecidos... el cielo azul intenso y el arco iris asomando entre las copas de los árboles, las praderas de césped, el cambiante color según la época del año.... ¡los atardeceres!;
oído, para escuchar cómo corre el agua en las fuentes, como cantan los pájaros, el crujir de los insectos en verano, el viento entre los árboles, el reír de los niños, las "fiestas del barrio" que todos conocemos...;
tacto, por supuesto, cómo no tocar ese resto de lluvia en una hoja, esas púas secas de pino sobre el suelo, una piña, la piedra fría de los capirotes, la corteza de los árboles...;
olfato, que nos trae el aroma de mil flores, de mil arbustos, de la humedad sobre la tierra, del césped recién cortado...;
gusto, el sabor que nos inunda el paladar, el de aquel bocadillo que nos tomamos después de jugar cuando éramos niños, el del helado que saboreamos sentados a la sombra entre colegas, el ferroso del agua de la fuente, el del compartir tiempo con amistades y/o familia...