Extracto:
"No sabría decir cuánto tiempo pasó. Hasta que una caricia en su mejilla llamó su atención, no era una pluma, sino un dedo.
– Alba, cariño, despierta. Hoy tienes mucho sueño ¿eh?, pero el abuelo te espera dentro de un rato ¿no quieres ir con él?
Alba abrió los ojos, era su madre, que la miraba. La observó tranquilamente, le encantaba ese moño que se hacía por la mañana con el pelo en lo alto, una forma de llevar la melena recogida. Y esa bata rosa de dibujitos, un poco infantil, pero también le encantaba, porque además tenía pinta de ser muy calentita y ella casi siempre tenía algo de frio, pero es que era verdad lo que le decía su mami, por la noche se destapaba.
– Esta noche he estado en el nido de las águilas –dijo.
– Claro mi vida –no resultaba muy convincente.
– Te lo juro mami.
– Por supuesto, todos soñamos cada noche.
– No mami, fue real, estuve allí de verdad.
– ¿Y quien dice que no, cariño? Anda, levántate para que puedas desayunar antes de que llegue el abuelo.
– ¡Es verdad, mami!
– Está bien Alba, no te enfades, te creo, pero ahora vamos...
– Es verdad… ¡mira! …
Y Alba destapó la ropa de su cama. Había varias plumas y un cierto olor poco habitual, pero lo más curioso es que a su lado descansaba un cálido y pétreo huevo de un cierto tamaño. La madre abrió los ojos desmesuradamente echándose las manos a la cara. La hermana pequeña, en la cama de en frente, chilló.
Alba y su madre la buscaron con los ojos y siguieron el curso de su mirada en dirección a la ventana que daba al jardín. Sobre el alfeizar, un águila majestuosa desplegaba sus alas y las observaba con gesto amable y cariñoso. Los rayos del sol creaban hermosos reflejos sobre sus plumas, su pico parecía sonreír.
Alba estaba feliz y se abrazó a su madre que permanecía atónita, al igual que la hermanita pequeña. Sacaron el huevo al alfeizar, el águila lo recogió en su regazo e inició su vuelo de regreso al nido.
- Adiós Alba -sintió que le decía. Y ella saludó con su mano mientras también le decía adiós, para sorpresa de su mami y su hermanita.
Aquella mañana el desayuno fue distinto. Alba tuvo que relatar toda su aventura, mientras sus dos privilegiadas oyentes permanecían mirándola con la boca abierta. Jamás volverían a dudar de su palabra.
Habían nacido “las fantásticas aventuras de Alba”."
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