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jueves, 30 de abril de 2020

5ª PARTE MINI RELATOS DEL CONFINAMIENTO CON SONRISA



EL PUEBLO

Vivir en un pueblo no es tan aburrido, sales, entras, paseas. Cuando llega el invierno, tal vez apenas puedas salir de casa, pero tienes las comidas diarias distribuidas en tarteras y congeladas o desecadas o curadas colgando en la fresquera. Siempre hay algo que hacer: preparar conservas de la cosecha pasada, cortar leña, hacer fuego y limpiar la casa, la chimenea, un camino entre la nieve... También puedes leer, escribir, jugar con tu perro y/o tu gato…, si estás con tu familia aprenderás a convivir con ella, incluso si un día no hace demasiado mal tiempo, lo mismo puedes saludar desde la ventana a los vecinos de enfrente. Y si llega la señal, ver la tele, escuchar la radio, entrar en internet… ¡montones de cosas!

En fin, que vivir en un pueblo es muy distinto a vivir en la ciudad, salvo en caso de confinamiento, claro. Entonces… ¡Vámonos pal pueblo, Paco!



FASE 0: ¡POR FIN SALIMOS!

¡Ay, qué emoción! ¡qué ya podemos salir! Pues vamos a organizarnos:




Por la mañana paseo con el perro, que tiene que hacer sus cositas. A la vuelta, paseo con el niño, que tiene que estirar sus piernecitas. Y mientras, tu, vas a hacer la comprita. Y al día siguiente nos cambiamos. ¿Vale?

Por la tarde, siesta, y luego paseo los dos juntitos, ¿el niño? que se quede con el perro, pero volvemos antes de las 8 para aplaudir y luego, otra vez sacar al perro otro ratito, que tiene que hacer más cositas, hoy yo, mañana tu.

¿Y la compra cómo? un día a la farmacia, la panadería y la carnicería. Y otro al estanco, la pescadería y la frutería. Y si hace falta, ya iremos al súper y a los congelados. 

No sé, después de tanto tiempo ¿no va a ser mucho salir?



JENARO Y MAURICIO

- Siiii, diga

- Jenaro, soy Mauricio ¿qué tal estás hombre?

 - Bien, bien, aquí, aguantando ¿y tu?

- Pues ya ves, que estaba yo pensando que si quedábamos a tomar un chatillo en la bodeguita y nos damos una vuelta por el sol.

- ¿Cómo? ¿pero es que se puede salir ya?

- ¿Cómo que se puede? Pues claro. Una semanita y listo, la gripe no dura más.

- ¿Gripe? ¿Qué gripe?

- Ay que ver Jenaro, estás chocho ya. Pues mi gripe ¿no te acuerdas que hace diez días te dije que me encontraba mal? Pues, fui al médico y me dijo que me quedara en casa que era una gripe, nada más, una semanita y listo.

- Entonces ¿no estamos confinados desde hace tres meses?

- ¿Confinados? Tu sí que estás… ¡confitado! Pero del cerebro.

- Ay, Mauricio, que me había quedado dormido y soñaba que había un virus que mataba a la gente por todo el mundo, sobre todo a los viejos, y no podían pararlo. Y estábamos encerrados en casa sin salir…

- ¡Quiá! Miras que estás gagá ¡un virus! Y que no podían pararlo ¡con tantos inventos como hay hoy en día, anda ya!

- Eso digo yo, anda ya, y vámonos a tomar ese vino no sea que el día menos pensado…



PLÁSTICO

- Yo no sé qué hacer, la verdad.

- Pues mira Maruja, mañana que me toca salir, compro en el súper más platos y vasos, pero hoy nos apañamos como sea.

- Es que el plástico contamina.

- Y si no comemos nos morimos.

- Bueno, hay otra solución.

 - ¿Sí?

- Podemos lavar los cacharros, que la pila está a rebosar y se van a caer.



GURB vesus WALLY

El gorro de lana y el jersey a rayas horizontales guardado en el armario. Se ajusta las gafas, “pero ¿quién soy? ¿dónde estoy?” Y decide abandonar la bata abierta por detrás y el hospital, que no sabe ni por qué está allí. “¿Dónde está Wally?” se dice mirándose al espejo. “Seguimos sin noticias de Gurb” repite el intercomunicador de la nave. 

Las calles están vacías. Una música le atrae desde una calle cercana, la gente canta. Desde un balcón, grandes altavoces repiten una alegre pero machacona melodía que cien voces repiten desde sus casas, los vecinos bailan, aplauden, “¿será por mí?”, se pregunta. Así que se contagia de la fiesta y se pone a saltar en mitad de la calle. La gente le anima, le grita y ríen ¡qué éxito! 

Alguien enciende una sirena, ¡ah, no! Son los “mossos”, que le tiran al suelo, le esposan y se lo llevan “¿tan mal bailaba?”; “el Comissari verá”, responden ellos.

“Y dice usted que es Gurb, un extraterrestre disfrazado de Wally…” El Comissari tiene la mirada fría, dura, parece que no le cree, es más, intenta despabilarle con dos sonoras bofetadas cargadas de generosidad “¡al calabozo hasta que se le pase la melopea!”

“Sin noticias de Gurp” repite el intercomunicador de la nave.



PRIMER PASEO II

¡Figúrense ustedes! tantos días encerrados, pero por fin ha llegado el día de salir y moverse, de correr las calles, de ver los escaparates (bueno, los que aún queden), admirar los árboles, cruzarse con la gente… ¡un acontecimiento, una emoción!

En el patio se oye cantar a cualquier hora, la gente nos probamos la ropa a ver cuál nos vale todavía, nos saludamos desde la terraza y nos frotamos las manos, como si las estuviéramos estrechando. Sacar la cámara de fotos, ponerte las gafas de sol ¡ah, y las mascarillas! Que no se nos olviden las mascarillas, mejor dicho, las “muicarillas”. La hora se acerca, pues apaga la tele, que ya está bien de ver películas, series… Se presiente, las calles van a reventar. 

Nuestro bloque tiene diez plantas y dos ascensores ¡verás la que se va a formar! Pues uno lleva averiado todo el confinamiento. Vivimos en el octavo ¿cómo lo vamos a hacer? No podemos bajar pegados unos a otros. ¡Al final seremos los últimos!

Por fin llegamos al portal, está a rebosar, pero ¿qué pasa vecina? Los municipales en la puerta, que no nos dejan salir. ¿Y eso? Pues ya ve usted, que se ha formado un socavón. ¿Un socavón? ¡Un enorme “so cabr…n es lo que hay! Y cada cual volvemos a nuestra casa con la lágrima a punto de asomar: ¡hoy tampoco salimos!



YO NO SOY COTILLA, SOLO CURIOSA

Mamá, cuéntame…

Pues sí hija mía, y que conste que yo no soy cotilla, pero es que hay que tener el ojo avizor. Mira, los del sexto no hacen nada más que pedir comida preparada, y aquí no dejan de subir motoristas, que luego dejan una peste en el ascensor ¡que vaya! ¿Y a que no sabes qué? Al ático ha llegado una parejita que no paran de… ¡tu ya me entiendes! ¿qué por qué lo sé? Porque a ellos se les oye todo. Y la del segundo ¡menuda!, yo no sé dónde estará su marido, pero a su descansillo no para de subir el ascensor cada noche; el otro día me la crucé cuando iba a tirar la basura y me dijo que ha realquilado una habitación, no sé, porque se oyen unos ruidos… ¡Ah! Y los de arriba, esos tan serios que todos los domingos iban a misa y casi ni saludan, que eran muy estirados, ¿te acuerdas hija? pues nada, que ni los veo ni los oigo, pero a las 9 ahí están, cacerola en mano ¡vaya dos patas pa un banco! Y si te dijera de los de debajo, con tanto que se las daban, nadie sabía en qué trabajaban, pues todas las semanas les llegan unos chicos de la Cruz Roja con un montón de paquetes. En fin, que no te creas que soy cotilla, es curiosidad, porque llevo dos meses encerrada y no puedo más. ¡Ala, me voy a la compra! Por lo menos paseo y siempre me encuentro con alguna amiga con la que charlar un rato y… Por cierto ¿tú cómo estás?... ¿nena?... ¿no me oyes?... … ¿a qué me ha colgao otra vez?... ¿será…? 



FASE 1

Hoy no, que vivo en Madrid... ¡la semana que viene! (si Dios quiere).



@ by Santiago Navas Fernández

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