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miércoles, 21 de agosto de 2019

TRILOGIA DE LAS TRES PRIMAS, NUMERO 1: LA VERDADERA Y FANTÁSTICA HISTORIA DE BLANCA NIEVES




Recientes indagaciones realizadas por don Anacleto Matero, agente de la I-Real Academia de la Historia Jamás Contada, que ha seguido la trama de la historia de la famosa Blancanieves (Blanca Nieves para nosotros), ha descubierto que era española. Sí, ya sabemos que los hermanos Grimm se atribuyen la originalidad de la historia, es digno reconocerles el mérito de su recopilación, redacción y publicación, pero la historia es real y patria (y matria)  como vamos a ver.





Blanca Nieves era una hermosa joven explotada en un trabajo de mierda: era becaria y encima, de las que no cobran. Se levantaba con el sol y se acostaba con la luna, no le pagaban un duro (moneda española anterior al euro muy popular en el lenguaje coloquial), sólo tenía un sitio donde dormir y mal comer de las sobras. Su pobreza la obligaba a ello, pero ella tenía conocimientos y estudios, seguramente, de filología española, pero casi seguro que también, alemana. ¿Y cómo hemos llegado a esta conclusión? muy sencillo. De su culto lenguaje es reflejo la filología española, aunque cuando la estudió ya le dijo su padre "¿pa qué te va a servir, muchacha? ¿pascribir libros? hoy cualquiera se inventa una historia absurda, la publica y hasta puede que triunfe ¿profesora de literatura, catedrática incluso? puea ser..."

Entonces Blanca pensó en dedicarse a la enseñanza, le gustaban los niños,  pero como la tasa de reposición del profesorado estaba en el 10% de los maestros que se jubilaban, difícil lo tenía, la esperaban largas noches de estudio para ganar la oposición y años de listas de provisionales a la espera de una suplencia; no, su carácter era más dinámico, quería conocer mundo ¿y que mejor que dirigirse hacia donde su segunda licenciatura le permitiera? aunque antes tendría que estudiarla. Y se decidió por el alemán, según veremos.

El padre de Blanca Nieves no era un hombre de dinero ni siquiera tenía estudios pero era muy listo, tenía una posada de caminos en la que sabía que su hija a poco podría aspirar. La atendía solo desde que unas fiebres incurables se habían llevado a la madre y esposa, el pobre hombre decidió entregarse 18 horas diarias para que su hija fuera una gran abogada, diputada, ingeniera o tertuliana de T5, cualquier cosa que la permitiera ser feliz y ganar mucho dinero, pero la vida no es un libro escrito, así que la niña prefirió dirigirse por otros derroteros.

- Bueno Manuel, el día de mañana puede ser maestra y esa es una profesión muy bonita.

Así que el buen hombre se conformó. Cuando acabó los estudios, la niña-mujer quiso trabajar, pero el padre no la quería en su Posada, que como carecía de estrellas sus clientes eran más bien estrellados de la vida. Así que ella buscó otro destino. Por sus conocimientos encontró acomodo en el Bar INGLISH, donde le hicieron un contrato por 4 horas aunque ya le advirtieron que allí se trabajaban 12, a cambio de la mitad del SMI, eso sí, podía dormir y comer allí, lo cual le descontarían de su sueldo y, casualmente, por el mismo importe que deberían pagarle. Harta de sufrir precariedad, buscó uno de esos intercambios internacionales, y claro, lo buscó en Alemania tras ver la famosa peli "¡Vente pa Alemania, Pepe!". Y como ya estaba acostumbrada a la explotación del sector hostelero en España (bueno, esto no es totalmente así, pero en muchos casos sí) pensó intercambiar trabajo por alojamiento y manutención en lo cual ya tenía experiencia, agarró su mochila y se largó sin indemnización ni paro.

Entonces los viajes no eran tan fáciles, una buena mula o una insufrible diligencia resultaban caras pero necesarias. Finalmente como no había ahorrado nada de nada en su anterior trabajo y el padre posadero no podía pagarle ni un buchito de agua, de hecho no se bañaba ni él ni sus clientes para no gastar, se tuvo que ir a pie hasta su destino atravesando montañas y valles, ríos y desiertos. Al internarse en un territorio boscoso y desconociendo las carreteras, se acabó perdiendo. A falta de comida y bebida, que se le acabó, se fumó el último porro que guardaba y se tumbó a dormir un rato. Entonces fue cuando los animalitos del bosque acudieron a ayudarla, o eso dijo ella. La realidad es que la encontraron unos señores que volvían de su explotación minera, de trabajar duro y se apiadaron de ella, la invitaron a acompañarles y cenar algo con ellos. Aunque no hemos de negar que para unos rudos curritos, un bellezón joven y sabroso como ella, les abrió todo tipo de apetitos.

Hablando, hablando, Blanca Nieves les contó el motivo de su viaje y ellos vieron el cielo abierto. La ofrecieron que no anduviese más, que la contrataban: alojamiento y manutención sí les cuidaba la “pocilga” donde dormían y mal comían, más un pequeño incentivo económico. Estarían todo el día fuera, así que no le darían más molestia que por la noche al volver y a cambio, podía disponer de la cabaña del bosque, 160 metros cuadrados tontos que incluían ocho baños, siete camas en un dormitorio (el suyo aparte), salón, cocina donde prepararles las viandas, etc. pero sobre todo, lo que a Blanca Nieves la convenció fue una magnífica biblioteca multilingüe. Tardó un pestañeo en decir que sí, a pesar de las miradas fijas y procelosas del que llamaban mudito, que lo era, pero no manco "el tío".

Y así fue como se instaló allí. Lo malo es que mientras tanto se había negociado un tratado de colaboración policial entre los estados español y alemán. La dueña del bar que dejó “tirada” Blanca Nieves en España, la había denunciado por llevarse tres jamones, cinco chorizos, dos morcillas, diez hogazas de pan.... y no sé cuantas botellas de vino. Cosa que, obviamente, era falsa porque jamás ese local había visto un santo con tantas luces y además, aunque por un milagro los hubiera habido ¿cómo se los iba a llevar en su mochila de 10 euros del Decathlon?, pero es que la “muy bruja” de la jefa, tenía que juntar cantidad suficiente para que fuera delito y el seguro se lo cubriera, lo de las franquicias, ya sabéis.

Así que un día aparecieron por allí unos Polizei acompañados de un Guardia Civil con bigote y todo, ¡cómo debe ser!, pero como no llevaban fotos para hacer identificaciones y además Blanca Nieves dijo, en perfecto alemán, llamarse Merkel para despistar, pasaron de largo tras saludarla y pedirle un vaso de agua. A pesar de todo, se asustó tanto que salió huyendo y en su desenfrenada carrera se topó contra un joven teutón rubio de ojos azules y músculo a porrillo, que la volvió loca del primer beso que le dio, así sin más y contra un árbol del florido bosque. Y decidió que hasta allí había llegado ¡se plantó!. El joven la sedujo y finalmente, tras diversos avatares sobre el mismo césped y tal, que no vienen al caso de la investigación, se casaron.

Blanca Nieves supo que su padre había acabado por reventar un mal día en la mismísima posada de tanto trabajar. Y que los créditos impagados se habían comido el escaso capital y la mercadería existente, por lo que el Banco había embargado el local y la cama, único patrimonio del buen Manuel. Así que lo único que pudo hacer, fue llevar flores a su tumba, común por supuesto, en el cementerio de la Almudena, un triste día de otoño acompañado del teutón, Hans de nombre. Fue su última visita a España, pero no pudo resistirse a pasar por delante del bar donde trabajó, se bajó falda y bragas e hizo un calvo mirando a la pared de enfrente de donde la observaba la dueña “¡que te den, bruja!”, con lo que cerró su historia española. Se montó en el Mercedes y abandonó el país para jamás volver.

Hay quien piensa que lo de bruja no iba exactamente por su mala jefa, si no por la vieja España, pero es un tema que no queremos tocar, que está la cosa muy sensible con esto de los nacionalismos y los sentimientos patrios.

Cuando los hermanos Grimm conocieron esta historia años después, decidieron adornarla y hacerla suya, pero que conste que Blanca Nieves era española, madrileña en concreto, de la zona de las Ventas, la avenida de Daroca para afinar más por donde se salía hacia las lejanas tierras de la también vieja Europa aún sin formar.


P.D.- El Mercedes lo compró ella con el dinero que sacó de la venta de una pepita de oro que le regalaron sus anfitriones de la explotación minera, con motivo de su boda, en agradecimiento al tiempo que pasó con ellos. Boda en la que comieron perdices, claro.

Número 2 de la Trilogía: Blanca Paloma "La Cenicienta". Leer aquí.

Número 3 de la Trilogía: BlancaFlor y los Trastámara. Leer aquí.

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