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martes, 22 de diciembre de 2020

EL HOTEL DE INSECTOS (un cuento de Navidad)


 

- Los gatos y los “bichitos” no pueden ser amigos, porque los gatos los cazan y se los comen. 

 

Eso fue lo que dijo la pequeña de la familia, miraba por la ventana del balcón a las flores de invierno que brillaban al sol, a pesar de ser casi Navidad, el día era frío como correspondía, pero las nubes habían dado un respiro a la tierra y una luz de primavera inundaba la mañana.



 

Recordó que, paseando por el Parque de la Dehesa con sus abuelos, que habían venido a pasar unos días como siempre en estas fechas, descubrieron una cosa extraña que colgaba de un árbol, a cierta altura. Era algo parecido a la casa de muñecas que le habían regalado las Navidades pasadas, pero mucho más pequeña y sin colorear. Su abuelo dijo que era un “hotel para insectos” y la explicó que básicamente consistía en unas tablitas unidas por los extremos, en cuyo interior se apretaban pedazos de ramas de la tala, bien juntitos para que no se cayeran.

 

- Mira Yoli ¿ves esos agujeros en los pequeños troncos? ¿y los huecos entre las piñas y las astillas que saltaron cuando limpiaron los árboles?

 

Entonces, cuando ella afirmó con la cabeza sin retirar la vista del artilugio, le explicó que allí se refugiaban montones de pequeños insectos, “bichitos” como ella los llamaba. En invierno se protegían del frío, vivían de las reservas hechas en el buen tiempo, y en primavera despertaban para alimentarse y buscar nuevas reservas, tenían hijitos y eran felices con el calor. Había “mariquitas”, abejas, abejorros… y un montón de bichitos más.

 

Entonces, pensó, aquellos bichitos voladores que Niko -el gato- intentaba coger saltando hacia los tiestos, habían despertado porque se habían creído que era ya primavera y salían a recoger reservas ¿no?

 

Como si su abuelo hubiese adivinado sus pensamientos, pues la estaba observando, se acercó a ella y le contó que aquello que veía eran abejas solitarias.

 

- Sí, seguramente se habían confundido y al subir un poco las temperaturas, despertaron y salieron en busca del néctar de las flores, que es su alimento, pero ¿sabes por qué lo hacen?

 

El abuelo le explicó que mojaban sus patitas en un polvillo que nosotros no podíamos ver, pero que tenían las flores en su interior, “se llama polen”, y siguió contando que lo llevaban prendido y al llegar a otras flores, lo desprendían y así las flores se comunicaban y originaban más plantas y más flores y también surgía la fruta… Ella se quedó mirándole muy pensativa…

 

- Entonces abuelo, si los “bichitos” abeja no llevan el polen ¿no tendremos fruta?

 

El abuelo sonrió, había comprendido la importancia de un hecho tan simple. Él había tenido colmenas en el pueblo, sacaba la miel y se la traía a la ciudad a sus familiares; él, amaba a las abejas particularmente, a pesar de que tuviera más de una picadura, pero nunca le importó porque entendía que era parte del trato humano-abeja.

 

- Cuando se den cuenta de que hace frío y aún no les toca salir, se volverán a su guarida, en el hotel de insectos que vimos -concluyó el anciano.

 

Yoli no dijo nada más, estuvo todo el rato detrás de Niko para que no cazase los “bichitos” y luego, por la noche, cuando el gato se tumbó en su regazo como siempre hacía, todos escucharon cómo la niñita le explicaba que no debía comerse a las abejas, porque si no, no tendrían fruta nunca más. El gato entornó los ojos lentamente y comenzó a ronronear, su humana favorita de la casa paseó su mano suave y diminuta desde la cabeza por toda la espalda y ambos comenzaron a dormirse dulcemente.




 

 

            FELIZ  NAVIDAD   2020



 

@ 2020 by Santiago Navas Fernández, 



PosData.- para una niña cuyo nombre no empieza por:




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