Un buen punto para iniciar esta visita es la glorieta de Cuatro Caminos y más en concreto la calle de los Artistas ¿no os sugiere ese nombre multitud de cosas? a mi me encanta. Los barrios de Cuatro Caminos y Castillejos se ubican uno a continuación de otro entre la calle de Bravo Murillo y el Paseo de la Castellana como el cuerpo de una lanza cuya punta acaba en la Plaza de Castilla. Entre ambos barrios, juntan la mayoría de parques, jardines y zonas de ocio del distrito, tal y como expliqué en el artículo inicial de Tetuán (ver aquí); podemos señalar las calles Dulcinea o Aviador Zorita como frontera entre los dos mundos, para acabar en el cruce con la avenida del General Perón, continuando luego por la calle de la Infanta Mercedes hasta el Triángulo de Oro, cerca ya de la Plaza de Castilla.
Empecemos por esta calle de los Artistas, arbolada con Aligustres del Japón. Uno se la figura como una sucesión de escaparates con escultores, carpinteros, pintores, músicos, luthiers, costureras y sastres, etc. que veremos trabajando tras el escaparate o asomándonos a una ventana enrejada, cual tenorios tras nuestra Inés. Pero no. Cuando la calle de Raimundo Fernández Villaverde aún no existía, ya existía esta vía llena de artesanos (según ciertos autores) y vecinos, los primeros podrían haber usado el nombre de artista para distinguirse de los segundos, en todo caso, su importancia radicaba en que era uno de esos cuatro caminos que daban nombre a la plaza. El desnivel sobre la citada de Raimundo Fernández Villaverde (de cuyo titular hablamos en uno de los paseos por la Castellana) crea situaciones singulares como por ejemplo las escaleras de la calle Cicerón, en cuya esquina inferior hay una conocida librería (para los aficionados) de segunda mano, desde arriba de estas escaleras se obtiene unas bonitas fotos, como la que hay sobre este texto, del Hospital de Jornaleros o Palacio de Maudes (lo conocimos aquí)
Nada que añadir sobre la denominación de Dulcinea y don Quijote o Cicerón para las calles así llamadas, pero sí hacer notar que las tres son paralelas y descienden cruzándose con la calle Hernani, sometida a ampliación y en cuyos nuevos espacios se van montando arbolado (Aligustre del Japón como en toda la zona) y algunos bancos, convirtiéndola en un agradable lugar para pasear observando sus numerosos comercios. Y respecto del Aviador Zorita, aclarar que se trata de Demetrio Zorita Alonso (Ponferrada, 1917 - Torrejón de Ardoz, 1956), el cual alcanzó el renombre cuando en 1954 se convirtió en el primer piloto español en romper la barrera del sonido en un avión, eso sí, hay que aclarar que fue con las fuerzas aéreas francesas, en un curso que realizó allí.
Podemos pasear por el entorno de estas viejas calles, pero siempre en dirección hacia la plaza de la Condesa de Gavia, un lugar ligeramente ajardinado y dotado de Aligustres del Japón, Cerezos de flor y algún Platanero de sombra, a los cuales podían unírseles zonas de jardín; está a la espalda del Mercado de Maravillas. En especial la confluencia con la calle Oviedo, toda dotada de Perales de flor, y la calle de San Antonio, la cual forma una pequeña plazoleta con la calle Palencia que goza de cierto arbolado que sumar a las variedades dichas como el Árbol del Amor.
Sabemos que en el lugar del actual Mercado de Maravillas, se ubicó una fábrica de papeles pintados así llamada. En 1889 se vende el solar de dicha fabrica a los Hermanos de las Escuelas Cristianas (de la Salle) que lo transformaron en un noviciado, pero al cabo de tres años lo trasladan hacia dentro de Madrid y, en su lugar, en septiembre de 1892 comienza a funcionar el Colegio Nuestra Señora de las Maravillas, que se mantendría en activo hasta mayo de 1931 cuando un incendio devoró el edificio convirtiéndolo en un solar. El alcalde republicano Pedro Rico encarga al arquitecto Pedro de Muguruza (autor de obras como la Estación del Norte, el Palacio de la Prensa, el Coliseum, etc. y años después del Valle de los Caídos) un proyecto para construir el mayor mercado de abastos minoristas de España, ¡y de Europa!, dada la creciente demanda de este barrio que cada vez está más poblado por humildes trabajadores. La Guerra Civil interrumpe su construcción que no se recupera hasta 1939 y tres años después lo inaugura el nuevo alcalde, Alberto Alcocer. Desde 1985 aparece catalogado con nivel de protección 3; son 20.000 m2 en total en dos plantas, de los que casi 9.000 m2 están dedicados a uso comercial en una sola planta a 2 metros de altura sobre la cota de la calle de Bravo Murillo. Uno de los más visitados de la capital. Por cierto que en su puerta nos podemos resguardar del sol gracias a los Plátanos de Sombra que hay por las aceras, un poco asfixiados, pero envidia de otras aceras de la misma calle.
Seguimos por la calle Bravo Murillo hacia arriba. El crecimiento de la ciudad hizo plantearse al párroco de Nuestra Señora de los Ángeles la necesidad de establecer un lugar religioso al otro lado de Cuatro Caminos, así que aprovechando la presencia en su Parroquia de dos padres capuchinos, les propuso la idea. Dicho y hecho, los capuchinos compraron un solar en 1939 donde anteriormente hubo un convento de Mercedarias que unos exaltados anticlericales habían quemado ocho años antes, justo más o menos cuando ardió también el colegio de Nuestra Señora de las Maravillas ¡qué casualidad!. Tras diversos intentos, por fin se colocó la primera piedra en 1944 gracias a la generosidad de doña María del Carmen Fernández de Córdoba y Pérez de Barradas (en el callejero figura con su título: Condesa de Gavia, ¡menos mal!, la de la plaza a espaldas del Mercado Maravillas), hacedora económica del hecho, que no solo con fe se levantan paredes. En 1947 se inauguró oficialmente con el nombre de Santuario de San Antonio de Padua, en junio del año siguiente se instaló el órgano ofreciendo un concierto, pero poco más. En diciembre de 1949 falleció la condesa, por su expreso deseo descansaría en un mausoleo dentro del templo embalsamada con el hábito de capuchino pobre, siendo trasladada desde su casa en el Paseo de la Castellana y entrada a hombros de los obreros de su finca de Mudela, con toda la iglesia revestida de terciopelo negro.
Nos detenemos en la esquina de las calles de La Coruña y Lérida para conocer un curioso lugar denominado Museo Trifológico de la ONCE (accede a la web aquí). Hay que desmitificar: no es un museo restringido, todo el mundo puede disfrutar de él, tenga o no discapacidad visual, porque como dicen en la web es un museo para ver y tocar. El nombre deriva del griego typhlós, ciego, y fue inaugurado en 1992. Alberga una exposición permanente de obras de autores con dificultad de visión en diferentes grados, una sala con maquetas de monumentos nacionales e internacionales que "se pueden tocar", sala de material trifológico y sala bibliográfica, además de exposiciones temporales de artistas con discapacidad visual. Y ¡cómo no! la historia del Cupón de la ONCE, establecido por R.D. el 13 de diciembre de 1938 al crear la Organización Nacional de Ciegos de España que reunificaba diferentes grupos independientes y adquiría la protección del Estado para la consecución de sus fines; veremos como desde antes de este hecho hasta nuestros días, ha evolucionado el sorteo (no es por nada, pero cerca de allí está el edificio de los Servicios Centrales de la Agencia Tributaria, el Departamento de Recaudación y el INSS, yo ahí lo dejo).
Andando un poquito llegaremos a la calle de San Enrique, donde se encuentra el Mercado de dicho nombre, inaugurado en 1965 y remodelado no hace mucho, en 2008, tiene 40 puestos de venta de alimentación, peluquería, etc. y un Mercadona en sus bajos, además de un amplio aparcamiento, lo que le da dinamismo a la zona. No corramos mucho, que ya estamos llegando al final del barrio. En la calle Anastasio Herrero encontramos La Enredadera, un Centro Social creado en el barrio por gente del barrio con inquietudes de las que no salen en los telediarios, no sin cierta polémica claro, pues nunca llueve a gusto de todos, aquí podéis encontrar su web y saber lo que hacen, eso sí, procura conocerlo pronto pues cualquier día de estos los acaban por desalojar, cosa que ya se ha intentado en varias ocasiones sin éxito.
Casi enfrente se encuentra la Mezquita Central de Madrid, la más antigua de la capital si nos olvidamos de que Madrid es de origen árabe, con lo cual más antiguas hubo aunque hoy en día están perdidas. El edifico es obra del arquitecto Juan Mora Urbano para la Asociación Musulmana de España y fue sufragada por las contribuciones de sus fieles creyentes, cuatro plantas con alminar y cúpula, donde se sitúa el recinto religioso, las oficinas y además guardería, escuela, biblioteca, auditorio, sala de reuniones y carnicería halal (es decir, carne saludable y autorizada, sin contaminación ni mezclar con cerdo, prohibido en la cultura árabe). Se inauguró en 1988 como primera mezquita aljama (mezquita mayor en árabe castellanizado) de la capital y única, hoy también existe la de la M30. Es sede de la Comunidad Islámica de Madrid (Mezquita de Abu-Bakr) y de la Unión de Comunidades Islámicas de España; mantiene desde 1998 un convenio con la Comunidad de Madrid y también participa desde 1992 de un acuerdo de cooperación con el Estado Español a través de la Comisión Islámica de España. Forma imames para la Universidad de Al-Azhar, creada en Egipto en el 975 y actualmente escuela suní. Realiza diferentes funciones en su cometido pero además organiza visitas guiadas y otros actos abiertos al público. Os recomiendo echar un vistazo en madridarabe.es para conocer más lugares de esta cultura y religión en Mayrit.
Bueno, pues la siguiente calle ya es el final del barrio de Cuatro Caminos. Llegamos a San Germán, donde por fin volvemos a ver algunos árboles en las aceras, aunque sólo sean Aligustre del Japón y estén en la acera de enfrente (que ya es otro barrio) y como habréis notado, no hemos nombrado ni un solo jardín ¡y menos un parque!, por el contrario, hemos pasado por calles y calles apenas dotadas. Ya os dije que este barrio se divide en dos zonas claramente distinguibles por la cantidad de zonas verdes y en esta, "la pobre", lo que más podemos disfrutar es de alguna calle arbolada y con bancos. Sin embargo, en la otra parte, "la rica", hay zonas verdes y de ocio a cada paso. Y no lo podemos achacar a la antigüedad del barrio, pues la zona de la avenida de General Perón hasta San Germán también contiene unos edificios levantados entre los años 50 ó 60 para militares y empleados púbicos que ya se hicieron con sus jardincitos y todo. No estaría mal que alguna de esas manzanas que se derriban, se reconvirtieran en una buena zona verde con área infantil, de mayores, canina, etc.
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