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sábado, 18 de enero de 2020

UN MUNDO SIN BIBLIOTECAS (cuento fantástico)


Siento mi mano recogida, doblada por la muñeca, como si quisiera sostener algo que se le ha escapado. Es una sensación extraña. No sé por qué tengo la mano así, es como si quisiera sostener uno de esos ladrillos simples, rasillas creo que los llaman los albañiles. Duermen sobre el suelo abandonados. La mirada busca el fondo del horizonte como si de un viaje marino se tratara, no me muevo. Las perdigonadas de arena con que el viento riega mi cuerpo, de arriba abajo y de abajo arriba, me hieren levemente. El árbol no me deja ver el bosque, porque no lo hay. ¿De dónde he sacado esa frase?. Parezco hipnotizado mientras identifico con recelo las ruinas que se desplomaron a mis pies mucho antes de que yo llegara. Son lo que no eran y fueron lo que ya no son. El viento, la lluvia y el sol han arrebatado lo poco de dignidad que les quedaba. Alguna vez fueron un edificio y alguna vez acogieron gentes al refugio de su calor o de su frío, gentes que se refugiaban para … ¿para qué?. No lo puedo recordar.
Unas letras talladas en madera se confunden mientras se degradan en el tumulto del derrumbe, aún se distingue una B grande, anónima, rota, pero no lo suficiente como para no descubrir un rastro que la une con los recuerdos dormidos. El hilo de un siseo que chista silencio, el lento crepitar de unas páginas que se arquean sobre sí y cambian de posición. El polvo invisible pero respirable que todo lo invade y que sólo habita en este lugar. Todos los nombres. ¿A qué me suena eso?, ¿qué recuerdos me trae?.
Se ha abierto el abismo. El polvo que se confunde con la arena y que se resbala entre los dedos de mi mano arqueada, es fruto de la celulosa momificada, resquicio por donde se recomponen las formas que fueron y ya no son. ¿Dónde está mi otra mano?, ¿qué hace?. Guardaba un bulto apoyado sobre el pecho, pero ya no existe, el bulto, no el pecho que se mantiene firme; se ha diluido por entre el tiempo como un cuerpo corrupto, como quedará el pecho dentro de unos años seguramente. Y con él se irá el recuerdo del edificio que allí se levantó, sobre las ruinas que descansan un paso por delante de mí, camino del horizonte que nunca se alcanzará. Ruinas que observo preguntándome, si el terremoto habrá sido en todas partes tan selectivo en los edificios afectados, como lo ha sido aquí.

@ by  Santiago Navas Fernández

(Publicado en el número 19 de la revista MI BIBLIOTECA, editada por la Fundación Alonso Quijano para el fomento de la lectura)

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