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miércoles, 21 de octubre de 2020

SERIE PARQUES Y JARDINES DE MADRID XXI: LA QUINTA DE LOS MOLINOS

 

Si por algo es conocida la QUINTA DE LOS MOLINOS es por sus almendros en flor, todos los años, durante la floración, multitud de visitantes hacen casi imposible el caminar por sus senderos, si el tiempo lo permite y el cambio climático no nos modifica el calendario. Más de 1.500 ejemplares tiene censados el Ayuntamiento. Es muy importante resaltar que nunca se deben cortar las flores; se pueden mirar, fotografiar, dibujar... pero jamás tocarlas y menos arrancarlas, pues cada flor dará lugar a una almendra. Pero además, si las cortas, quien venga después ya no podrá verlas, o dicho de otra forma, si todo el que va, arranca algunas flores, puede que cuando tu llegues, veas más huecos que flores; eso por no hablar de la faena que le haces a los insectos que acuden a alimentarse, a los pájaros que se comen los insectos, etc. Para hacer un símil: tu vas al Museo del Prado ¿descuelgas los cuadros que te gustan y te los llevas?, pues las flores son obras de arte de la naturaleza, admíralas, pero no las "descuelgues" de su lugar. Tampoco es aconsejable comer las almendras ni los frutos de los jardines urbanos, pues están tratados con productos fitosanitarios que pueden afectar al fruto, a diferencia con una explotación agrícola, donde se trata la planta y luego se prepara para el consumo humano. Y tras estos consejos, vamos a visitar la Quinta.

Como todas las Quintas que ya hemos visto, tenía una parte lúdica y otra de explotación agrícola, sobre todo en su origen y en algunas más que en otras, aunque luego derivaran más como fincas de recreo. Las Quintas ya hemos explicado a lo largo de las visitadas hasta ahora (QUINTA DE MIRAFLORES ó de la Fuente del Berro, QUINTA DE TORRE ARIAS, etc.), se les llama así porque su explotación se dejaba en manos de agricultores que pagaban un quinto de los beneficios a los propietarios de los terrenos, que solían tener casa-palacio allí. En el caso de la QUINTA DE LOS MOLINOS, su origen está hacia 1920 cuando el VI Conde de Torre Arias, que tenía 500 m2 de terreno perdido, los entregó como pago a don César Cort Botí a cambio de que levantara un palacete en la calle Martínez Campos... para que luego digan que el trueque es cosa de la Edad Media.



Don César Cort Botí (Alcoy 1893 - Madrid 1978) fue un prestigioso ingeniero y arquitecto amigo y admirador de Arturo Soria, catedrático de la Escuela Superior de Arquitectura de Madrid, académico de la Academia de Bellas Artes de San Fernando y concejal del Ayuntamiento de Madrid durante la II República. Con los terrenos que recibió, planificó una explotación agrícola basada en un almendral,  poco idóneo para el clima de Madrid, pero parece ser que pudo más la nostalgia de sus orígenes, aunque es cierto que además podemos encontrar olivos y otros árboles frutales como recuerdo de las huertas que existieron en la zona alta. En dicho lugar estableció el centro neurálgico de los terrenos y a partir de 1925 se lanzó a construir la Casa del Reloj y el Palacio existentes, acabándose éste ya entrada la década de los 40. Mientras, fue adquiriendo los terrenos colindantes hasta juntar 28 y pico hectáreas, de la que hoy quedan 21, ya veremos por qué.


Por la finca atravesaban dos arroyos, el Trancos y el de Quinta, así que también diseñó y construyó fuentes y aljibes para riego y uso de la propia explotación y de sus habitantes. También un estanque bordeado de piedra natural, simulando ser originario del lugar, donde situó un embarcadero y una fuente en el centro. Actualmente hay pececillos de colores, si podéis resistir la tentación, no les echéis de comer, porque aunque lo buscan como desesperados, recordar que los animales no están preparados para digerir la comida humana, aunque sea miga de pan, y les produce a la larga problemas renales, colesterol, etc., el tema es que unas miguitas no causan daño, pero ¡somos tantos los que "por unas miguitas no pasa nada" que al final sí pasa!. Junto a él, hay un pequeño estanque elíptico rodeado de maleza con una fuente, y un paseo de piedra entre ambos ¡cuidado!.


Don César tuvo mala suerte, nada más acabar el Palacio, resbaló por una escalera (eso dicen) y le tomó miedo, así que se mudó a vivir a la residencia de verano que era la Casa del Reloj (además de un almacén de herramientas y aperos), como unos 200 metros más allá. Este edificio es de color rojizo y sus líneas rectas acompañan a la torre central, donde se sitúa el reloj en plena fachada, que le da nombre. El Palacio está poco más arriba, ambos edificios se ven uno a otro a través de las ramas de los árboles, consta de una vistosa torre central y está compuesto por un edificio de tres plantas a un lado de la dicha torre y de dos en el otro lado, sin solución de continuidad y con ventanas cuadradas y alienadas por la cara que da al interior del Parque, pero ninguna por la que da a la calle de atrás de la Quinta, que también tiene una entrada ahí mismo. Su estilo es pre-racionalista, inspiración de la secesión vienesa (hablamos de arte y arquitectura, claro). Actualmente se dedica a bar restaurante, escuela de hostelería, centro infantil y diversas actividades lúdicas.


El contorno de la Quinta tiene unas murallas rehabilitadas que se construyeron relativamente en fecha reciente, de hecho la puerta de entrada principal (foto sobre estas líneas), situada en la calle Alcalá, en boca del metro de Suanzes, se levantó tras la Guerra Civil con las casas de los guardas junto a los arcos de entrada, dos pequeños túneles para paseantes y uno más grande por el que entraban los vehículos y que, por una carretera asfaltada que atraviesa el parque rodeada por plataneros, llega a la parte alta tras pasar por un curioso túnel ex profeso que, de alguna forma, marca la separación entre la zona de explotación agrícola y la zona de vivienda y jardín, mediterráneo por cierto. El paisaje también varía hacia una inspiración inglesa, con caminos serpenteantes de tierra, árboles y arbustos decorativos, flores, fuentes con encanto y lugares para descansar, etc. Ahí nos encontraremos con el Árbol del Amor, las Mimosas, el Almez...


Pero como decía, a este Parque se le conoce por los almendros y durante su floración se llena de paseantes que disfrutan de la belleza, los niños juegan y los perritos corretean (yo no digo nada, pero parece ser que se deben llevar atados, así que...), en fin que se pone aquello que ni la Vera extremeña, en especial los fines de semana. Los campos de almendros se denominan cuarteles, que dado el clima adverso para ellos de Madrid, se protegían con otra serie de plantaciones alrededor como Pinos, Lilos y otros arbustos; por su lateral y en el interior hay senderos, desde los que observar la meticulosa alineación de la explotación; si nos paramos a ver, podemos descubrir las antiguas canalizaciones del agua de riego.


Junto a la calle de Alcalá también hay una zona de gerontogimnasia con bancos, una fuente circular (dicen que se instaló tras la apertura una vez en manos del Ayuntamiento), diseño de César Cort, y algunos Cedros enormes que la rodean, macizos de flores,... para destacar la otra entrada que se abre aquí.



Una de las construcciones más curiosas con la que nos encontraremos en esta Quinta es la pista de tenis, eso sí, no como las que conocemos. Se trata de un espacio en el que se ha alisado el terreno y se ha aprovechado el desnivel para que su suelo quedara más bajo que el de alrededor, permitiendo hacer unas sencillas gradas y salvando el desmonte con un muro circular donde se sitúan lo que debían ser los vestuarios de los participantes, separadas por unos arcos. También podría servir para ciertas representaciones teatrales, actualmente tiene ese uso, celebración de espectáculos. La mayor características es que es un terreno húmedo y fresco, donde el césped crece naturalmente sin dificultad.


Caminado hacia el túnel por la carretera desde la entrada, nos encontramos con dos construcciones de ladrillo gemelas que son dos fuentes que tal vez indicaban una posible derivación para viandantes del camino principal y acometer la subida a Palacio por encima del túnel que tiene la carretera. 


También frente a dichas fuentes gemelas, se abre otro camino e inmediatamente una rotonda en cuyo centro hay una construcción de metal, por la que trepan los rosales de pitiminí, que nos recuerda a una puerta de las de Madrid, dicen que es la puerta de Alcalá, pero solo tiene un arco, así que a mi me pare más el típico "Arco de la Victoria" romano, o rizando el rizo, el más actual que existe en Moncloa, por poner un ejemplo, sin más.


Como toda buena Quinta, tiene sus caprichos y así nos encontramos con dos "cuevas" artificiales enclavadas en el lado izquierdo según miramos el mapa, la del norte y la del oeste, construidas a propósito con este fin, similares a las montañas artificiales que igualmente existen en EL CAPRICHO y EL RETIRO. La del oeste es la más profunda.



Frente al Palacio hay un aljibe con dos fuentes de piedra y en el lateral que da a la calle, rosales y algún árbol frutal, recuerdo de los huertecillos que había, al otro lado, una rosaleda nos lleva hasta el otro molino y el depósito elevado al fondo.


Fuentes y estanques nos vamos a encontrar en varias partes, su utilidad era la de almacenar y distribuir el agua que se usaría para los residentes y, sobre todo, para el riego, pero como buena Quinta, también sirvieron para crear plazoletas tranquilas donde sentarse, veamos algunas:


Nombres como Fuente del Bambú (recordar el tema de porqué hay tanto Bambú en Madrid que contamos en la visita al PARQUE ENRIQUE TIERNO GALVAN), Fuente de las Conchas, Fuente Neobarroca (que curiosamente dicen que siempre echa agua caliente), Fuente entre dos escaleras, Fuente con taza de piedra caliza, Fuente de la Casa del Reloj, Fuente con cuatro tazas,... Y también algunos estanques (alto,  de las dos fuentes, gemelos,...):


El invernadero es una construcción imprescindible para una Quinta; en este caso nos encontramos con una estructura alargada de metal, sin acristalar, protegida de los vientos del norte aprovechando el desnivel del terreno, con una fuente en su interior.


Frente al invernadero hay una columna solitaria de capitel jónico, estimada del siglo XVI, pero de la que no se sabe más. Existe otra escondida entre la maleza por la zona de la Casa del Reloj, cuyo capitel es corintio.


Y también aquí veremos de dónde le viene el nombre de QUINTA DE LOS MOLINOS, simplemente es que los tiene, en un principio fueron ocho, pero en la actualidad se conservan sólo dos, eso sí, en perfecto uso. Uno está junto a la Casa del Reloj y otro al lateral oeste del Palacio, cada uno junto a sus aljibes y, en este segundo caso además, con un depósito en altura al lado. Son un capricho de don César, los trajo desde Minnesota, no se parecen en nada a los molinos que nos vienen a la mente en España y a don Quijote dando vueltas enganchado en uno, no, éstos son como los que vemos en las películas en las granjas de EEUU.


Entre el área de recreo o vivienda y el de explotación agrícola, hay que salvar una pequeña hondonada, hoy seca, que fue el arroyo de Trancos. Mucho tendría que llover para que viéramos correr el agua, de todas formas, se suponía que iba a parar a la QUINTA DE TORRE ARIAS, más abajo, y cuya visita os contamos aquí, por si quieres ver las correspondencias entre ambas fincas vecinas.



No quiero olvidarme de la curiosa Encina que está frente al Palacio. Quizá sea difícil de distinguir, salvo que descubráis las bellotas que la distinguen, porque su adaptación al lugar que ocupa ha hecho que alguna de sus características más típicas, se modifiquen. En concreto la hoja, que normalmente desarrolla pequeños pinchitos para intentar evitar ser comida por los depredadores más habituales como las cabras, pero como aquí no existen, no conoce el peligro y por tanto su hoja es lisa y despejada, además, como recibe mucho agua y en su origen está más adaptada a cierta carencia, pues aquí ha adquirido un verde diferente.


Como veis no he seguido un camino donde ir encontrado sucesivamente los lugares que se citan, porque paseando daremos con ellos. Recordar la gran variedad de árboles y arbustos, además de lo dicho, destacar los enormes Eucaliptos, hay que tener en cuenta que en estas fincas solían alternarse diferentes especies. El Ayuntamiento en su web, que como siempre hay que mirar, nos da la siguiente información:

Superficie: 212.619 m2

Árboles: 7.688
Almendro 21%
Pino carrasco 20%
Ciprés común 8%
Pino piñonero 7%
Arbustos: 195
Rosas 10%
Lilo 7%
Pitosporo 4%
Macizos arbustivos: 38.555 m²
Lilo 10%
Lirios 7%
Artemisa 4%


De las 28 y pico hectáreas que alcanzó en los años 60, en su máxima expansión, sólo quedan 21, el resto se liberaron para construir edificios de viviendas, algunas de las cuales vuelcan sus balcones sobre las copas de los árboles del Parque, para beneficio de sus habitantes y envidia, sana, de algunos visitantes. Esto fue así porque a la muerte en 1978 de don César Cort Botí, sus herederos no querían la Quinta si no especular con el terreno, así que al final llegaron a un acuerdo con el Ayuntamiento de Madrid en 1982 (ya era Alcalde el viejo profesor Tierno Galván ¡y eso se nota!) para ceder 3/4 y quedarse con el otro cuarto, pues se trata de unos terrenos muy golosos urbanísticamente, que al final se edificaron, con entrada desde la zona norte, calle Torcuato Luca de Tena actual, mirando al mapa se distinguen los "dos bocados" sobre los laterales de la Quinta. En 1997 se catalogó como Parque Histórico. Por si os sirve de algo, la calle que lleva el nombre del antiguo propietario, está en Valdevebas ¡ya ves!, lo mismo los dueños de esos terrenos recientemente edificados tienen algo que ver con la familia Cort, nunca se sabe...




No te olvides, como siempre, visitar las web de:





@ 2020, by Santiago Navas Fernández

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