El mes de noviembre de cada año se inicia con una fiesta que es el día de todos los Santos, en la cual es costumbre visitar los cementerios según una tradición creada para recordar a los ausentes. En otras culturas, se celebra con fiestas o con historias de terror, también hay quien este día lo desliga de los que se fueron por sus motivos particulares y no celebra nada externo. En nuestro ámbito se engalanan las sepulturas con flores, se lava el mármol, se guarda un cierto recogimiento, aunque ya el luto haya desaparecido. Parece el momento oportuno para iniciar una miniserie dentro de este blog y conocer algunos de los Cementerios de Madrid, en la actualidad más de 300 si ampliamos el campo de visión a otros municipios. En ellos podemos encontrar una típica arquitectura, con elementos singulares, hasta cuentan con jardines propios para disfrute de los visitantes y numerosas curiosidades. También existen otras edificaciones ligadas a la muerte como pequeños recintos privados, etc. Creo que merece la pena abrir un capítulo propio que vamos a llamar CEMENTERIOS, simplemente. Pero antes, vamos a hacer una pequeña introducción.
Cementerio Judío Jerusalén |
Cementerio musulmán Jerusalén |
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Altar mexicano en Madrid |
Posteriormente y a través del cambio de culturas, se trasladó la costumbre de los enterramientos a campos acotados, es el inicio de los cementerios y/o camposantos. Algunos se instalaron junto a los templos de culto e incluso se realizaron (y realizan) enterramientos dentro, lo que correspondía a cierta dignidad terrenal y así este privilegio comenzó a constituir un reflejo social del poder en vida del fallecido. Y en ese mismo sentido, buscando la trascendencia del nombre, surgen mausoleos, panteones, esculturas y otro tipo de arte fúnebre. La religiosidad marca también formas distintas de enterrar, así pueden distinguirse de un vistazo los cementerios musulmanes de los judíos o de los cristianos, las honras fúnebres occidentales de las orientales, los ritos varían, el sentido de la muerte como "la pena" es sustituido en algún sitio por un sentimiento alegre, la música triste y el paso cansino por las alegres bandas de Nueva Orleans acompañadas de bailes muy movidos. Son famosos los altares mexicanos, que también existen en otros países y culturas. E incluso en diversos lugares se obsequia a los invitados al funeral con comida, o directamente se celebran banquetes, pero eso ya es otra cuestión, lo nuestro va a ser pasear por estos lugares.
En España ya sabemos que las iglesias suelen estar en el centro de la población, pues el cementerio se ponía al lado. Hasta que el siglo XVIII se ordena que deben salir desde la zona habitada al campo. Carlos III impulsó el cementerio rural y mientras este hecho se desarrollaba, ordenó el enterramiento a profundidad suficiente con prohibición de abandono o exhibición de cadáveres, un ejemplo notable fue el reglamento existente en el Real Sitio de San Ildefonso. Carlos IV activó las ordenes correspondientes en 1804 para promover los cementerios extramuros. Y con José I Bonaparte se crearon dos grandes cementerios, el General del Norte y el General del Sur. Tenemos el curioso caso de las catacumbas de París, cuyas imágenes hemos visto, quizá sin saberlo, en algunas películas de aventuras y/o terror; donde hacia finales del XVIII también, los cementerios son desmantelados y los esqueletos trasladados a las antiguas minas de piedra que socavan la ciudad, una forma algo macabra de mantener las galerías y a la vez guardar estos restos. En el caso de Madrid, su crecimiento sucesivo ha ido desplazando los cementerios de forma que hoy en día paseamos o vivimos sobre las parcelas que un día ocuparon (la foto sobre este texto corresponde a la iglesia de la Buena Dicha, a espaldas de la Gran Vía, donde hubo un hospital y cementerio desde mediados del siglo XVI, visitada aquí). Los monasterios e iglesias más antiguas guardan columbarios y tumbas, cuevas y panteones que los visitantes pueden ver, e incluso dentro de la ciudad se pueden visitar cementerios de poblaciones absorbidas por la capital en su crecimiento, que se conservan en sus dimensiones sin aceptar más enterramientos o casi, que ese es otro problema: la necesidad de más espacio para depositar los cuerpos.
Vamos a asomarnos a un cementerio poco nombrado, el Panteón de los Duques de Fernán Núñez, junto al castillo de la Alameda de Osuna (foto portada de este paseo). En 1898 la III Duquesa de Fernán Núñez, doña María Pilar Ossorio y Gutiérrez de los Ríos, decide construir el Panteón familiar que comunicaba por la parte trasera con la finca que rodeaba el castillo, actualmente tapiada, que era de su propiedad también. El trabajo fue realizado por el arquitecto de moda, marqués de Cubas, don Francisco de Cubas y González-Montes. Una pequeña capilla a dos aguas que oculta una planta rectangular dividida en tres espacios de bóveda de crucería sencilla más uno adicional que hace de sacristía en la cabecera, tras el altar, en ella se contienen cuatro mausoleos obra del escultor Elías Martín Riesco. En el exterior, el escudo de los duques sobre la puerta de entrada y una gran cruz de piedra, con los contrafuertes exteriores, refuerzan el estilo neogótico de la capilla construida en ladrillo y piedra de Novelda. En el recinto algunos enterramientos y todo cerrado por una puerta de verja con los vanos cubiertos para evitar miradas indiscretas y muros de ladrillo y piedra en el contorno.
Dicen que doña Pilar Ossorio lo mandó construir tras el temprano fallecimiento de su hija a los 17 años y enterrada en Málaga. Cuando estuvo listo, la trasladó allí y con el tiempo la acompañaron ella misma y su esposo, don Manuel Falcó y D'Adda, así como otros familiares. Cuando hablamos del Castillo de la Alameda y de Barajas, vimos cómo la familia Fernán Núñez, por casamientos, llegó a adquirir las posesiones de la familia de los Zapata (ver aquí y aquí respectivamente). Un paseo jalonado de Magnolios nos lleva hasta la entrada del Panteón desde la avenida de Logroño, dejando a un lado el Cementerio Parroquial de Nuestra Señora de la Alameda, que pertenece a la antigua ermita de Santa Cristina de Alejandría (o Santa Cristina Mártir), hoy ampliada y modernizada, cuyo origen parece que se haya en el asentamiento que hubo en la zona, levantada en el 1.700 y poco, a la que se asignó este cementerio un siglo después, el cual se destinaría al servicio de los duques de Osuna, o sea, no a su servicio, sino para descanso de los fallecidos que que estaban a su servicio. De hecho, no hay constancia de su antigüedad mucho más atrás de finales del 1800, es muy pequeño con pocas tumbas, muchas mal conservadas, dos tristes Cipreses y algunos matojos a su antojo.
Bueno, para empezar no está mal. Un Panteón y un pequeño cementerio, quizá el más pequeño de Madrid. En próximos paseos iremos conociendo más y algunos términos comunes en el mundillo de los cementerios. Y añadiré el recuerdo de los varios que existieron y que ya no se pueden visitar.
Continuará .../...
@ 2024, by Santiago Navas Fernández
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