Cuenta Mesoneros Romanos en sus crónicas que allá por el XVIII existía una famosa Casa del Duende (cerca de donde hoy situamos Argüelles), llamada así por las continuas apariciones que de estos seres avistaron diferentes testigos: primero fueron unos jugadores clandestinos asustados por la repentina presencia de un gruñón bajito que se quejaba del ruido; luego fue la Marquesa de Hormazas que acusó a sus sirvientes de robarle hasta que apareció un pequeño hombre y un grupo de enanos con sus pertenencias en mano; le siguió el canónigo Melchor de Avellaneda que persiguió a las supuestas apariciones pero acabó por huir ante los inexplicables hechos y la cedió a una lavandera, a la que los enanos ayudaron en su labor inesperadamente, la mujer avisada con los anteriores hechos salió despavorida. Tanto fue que el Tribunal de la Inquisición se interesó por el tema y el Obispo de Segovia se ofreció a practicar un exorcismo. Finalmente, la casa ardió, dicen que por un incendio provocado por los vecinos, dicen que fue derribada para construir otro edificio, el caso es que en ambos casos aparecieron unos hombres bajitos saliendo del sótano donde se habían refugiado y donde tenían una planta de falsificación de dinero, se explica que por su deseo de alejar incómodos testigos, los enanos hacían de duendes.
Historias aparte, Mesoneros Romanos describe la zona de "los Afligidos" en referencia al Convento de San Joaquín que estaría situado en la actual plaza de Cristino Martos, en un entorno donde encontramos el Convento de las Comendadoras y otros ya desaparecidos. De hecho la actual calle Princesa que no existía, fue trazada sobre parte del antiguo camino de San Bernardino que venía desde la puerta correspondiente, a la altura de la esquina con la calle de Marqués de Urquijo. Estos terrenos de huertas y conventos se irían sustituyendo por manzanas de casas. Y en 1770, bajo la dirección de Ventura Rodríguez, se levantó el Palacio de Liria por el duque de Liria y Berwick, entre otros títulos, si bien estos terrenos ya obraban en la onda de antiguos miembros de las casas que se unieron en la de Alba años después, entre ellas la casa de Veragua que fue creada para Luis Colón y Álvarez de Toledo, hijo de Diego Colón y María Álvarez de Toledo, ésta a su vez nieta del I duque de Alba, mientras que Diego era hijo del conquistador Cristóbal Colón.
Por tanto, el Palacio de Liria se lo debemos a Jacobo Francisco Eduardo Fitz-James Stuart y Colón de Portugal (Madrid, 28/12/1718 - Valencia, 30/09/1785), III duque de Liria y Jérica, III duque de Berwick, X duque de Veragua y otros varios, descendiente directo por parte de padre del rey Jacobo II Estuardo de Inglaterra, Escocia e Irlanda, y por parte de madre, del mismo Cristóbal Colón. El título de Liria y Jérica le viene por su abuelo, también llamado Jacobo, que batalló con Felipe V en la guerra de sucesión consiguiendo notables victorias en favor de la instauración de los Borbones en España; lo de Berwick es concesión a dicho abuelo Jacobo, del citado rey Jacobo II Estuardo, por ser fruto de su relación con Arabella Churchill. Aún no aparece el título de Alba a pesar de que se casó con María Teresa de Silva y Álvarez de Toledo, hermanda del XI duque consorte de dicha Casa, porque no llegaron a unirse ambos linajes hasta el VII duque de Berwick y XIV duque de Alba, don Carlos Miguel Fitz-James Stuart y Silva (Madrid, 19/05/1794 – Sion, Suiza, 7/10/1835). En fin, a lo que estábamos que esto es un lío, que don Jacobo Francisco Eduardo mandó construir el Palacio, uno de los más apreciados de Madrid, sino el que más desde entonces, y lo hizo a las afueras del dicho municipio, abierto a la plaza del duque de Berwick, que así se llamó desde ese momento.
Esta plaza acabaría integrándose en la entrada al Palacio al estilo de plaza de armas tradicional y posteriormente se le añadirían jardines y arbolado con un ligero toque de estilo inglés, finalmente con un prado central y rodeado de Tejos, Cipreses, Magnolios, Cedros, Pinos, Castaños, etc. en una confluencia de caminos con farolas donde destaca su corona dorada. Y una fuente en hierro forjado negro en hornacina bajo las escaleras que suben al paso hacia la parte de atrás del Palacio.
En 1916 se encarga a Jean-Claude Nicolas Forestier, la elaboración de un jardín de estilo francés para la parte trasera. Pero respetando las líneas que definen la diferencia de altura del terreno y que condicionan el parterre, la fuente central y las arboledas donde pasear entre esculturas antiguas de estilo clásico y modernas al gusto de la época.
La maldita Guerra Civil también le pasa factura al Palacio que queda casi destruido por los bombardeos de la aviación italiana. Numerosas obras de arte se destruyen y el incendio que duró tres días se llevó numerosos archivos escritos. Se salvó aquello que la Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico que la Repúblico creó para evitar los saqueos y destrucciones, condujo junto a las obras del Prado, hacia la Sociedad de Naciones en Ginebra. Muebles, vitrinas, libros y otros enseres fueron guardados en lugares como el Banco de España, la embajada de Inglaterra o la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. El duque había sido nombrado embajador en Inglaterra en 1936, cuando el Palacio fue expropiado para convertirlo en cuartel militar.
De los numerosos rincones de este jardín privado, podemos destacar el laberinto que rodea la fuente central donde un barco de mármol parece flotar sobre la lámina de agua dirigida por un querubín, mientras los Nenúfares cubren la superficie y un surtidor vertical en el centro mantiene el nivel del líquido dentro del vaso de granito.
La Rosaleda dividida entre macizos rodeados de setos bajos en la parte superior, está separada de las escaleras que bajan a la fuente, por un frondoso parterre donde las mimosas dan color y sombra al paseante, camino de meditación que se agradece en las tardes de estío.
La numerosas esculturas no representan en concreto a nadie, o al menos no se manifiesta ningún personaje, podríamos pensar en filósofos griegos, soldados romanos o cualquier personaje mitológico, una venus petrificada o animales imposibles, pero no hay certeza que lo afirme.
Sin embargo, resulta curioso observar en diferentes puntos y sobre todo a lo largo de las escaleras, esculturas de animales muy diversos, entre ellos las curiosas esfinges que en número de cuatro nos interrogan al pasar por la escalinata del noroeste, cada una ataviada de una forma representando cada uno de los continentes conocidos, integrando dos en una misma representación.
Vemos en el paseo superior también una fuente de reciente instalación, apenas el siglo pasado, en homenaje a una de las hijas de este linaje, cuyo nombre ahora no importa porque seguro que su nombre se repite de abuelas a nietas y a madres.
Son admirables los grandes árboles que rodean el recinto, ya nombrados, a los que habría que añadir Almeces, Olivos, Adelfas, Olmos, etc. Y un par de zonas privadas de los actuales duques que se guardan para su uso personal, como son tras los parterres de la izquierda según se entra, el cementerio de mascotas y la piscina de verano. También cuenta con instalaciones de jardinería propias, de notable antigüedad, pero no están abiertos al público.
Por cierto, los jardines son visitables desde el verano de 2024 en turnos cerrados y mediante visitas guiadas. La reconstrucción del Palacio y Jardines tras la Guerra Civil, fue realizada entre los años 1948 a 1956 y aunque comenzó a diseñarla el arquitecto inglés Lutyens, autor de la ciudad de Nueva Delhi, su repentino fallecimiento hizo que se hiciera cargo el español Manuel Cabanyes. No obstante y aún sin poderlo testificar con pruebas, varios árboles tienen el aspecto suficiente como para sugerir que son anteriores al conflicto bélico.
Y hasta aquí los JARDINES DEL PALACIO DE LIRIA. Cuando salgamos nos encontraremos ante la calle de la Princesa. A nuestra derecha estuvo el Seminario de Nobles, cerca de la Casa del Duende que decía al principio; en el edificio participó Pedro de Ribera, fue fundado en 1725 por el Colegio Imperial, albergó a los resistentes contra la invasión de 1808, un año después José Bonaparte lo dedicó a Hospital, en 1823 estuvo encarcelado allí Riego, en 1836 pasó a ejercer como sede universitaria temporal de la proveniente de Alcalá, en 1841 volvió a ser Hospital pero militar y en 1889 ardió durante tres días quedando totalmente destruido. Actualmente nos queda una pequeña calle con su nombre y en su antigua parcela figuran otras como Mártires de Alcalá, Serrano Jover o de Santa Cruz de Marcenado, a su alrededor se levantan edificios que, algunos de ellos, dan a los Jardines visitados, como son el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, el Tribunal Militar Central, la Escuela de Estado Mayor, la Escuela de Guerra y Liderazgo del Ejército, la Universidad de Comillas-ICADE, la Universidad Antonio de Nebrija, etc. entre otros edificios de viviendas, comercios y oficinas.
Desde enfrente de la puerta de Palacio contemplamos el impresionante edificio de El Ocaso, obra del arquitecto Juan Pan da Torre realizada en 1952 sobre el solar donde estuvo el Palacio de los condes de Alpuente. Giramos a la izquierda, como no podía ser de otra forma, para ver el JARDÏN DE LAS FEMINISTAS, continuando por la calle de las Negras, la travesía Conde Duque y la calle de San Bernardino para ver antiguas propiedades de Palacio, luego está la plaza de Cristino Martos donde se ubicaba el Convento de San Joaquín, todo ello lo vimos en nuestra primera Zancada allá por julio del año 2000, con enlace aquí. Si seguimos por la calle Conde Duque llegamos al actual Centro Cultural cuyos muros traseros dan a los Jardines del Palacio, y la plaza de los Guardias de Corps frente a la puerta, como vimos en la zancada citada más arriba.
Al final de dicha calle y haciendo esquina con la de Santa Cruz de Marcenado, se encuentran los jardines del PARQUE DE CONDE DUQUE. Un recinto acotado y cerrado a ciertas horas nocturnas y que guarda pistas de juego, área de infantiles, fuente y bancos a la sombra de alto arbolado compuesto de Castaños de Indias y Olmos preferentemente, aunque cuenta con otras variedades. El suelo está a un nivel bastante inferior a la calle, lo que le da una cierta insonorización y los terraplenes que esto origina, están protegidos con setos, dejando caminos y escaleras a disposición de los usuarios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario