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martes, 25 de febrero de 2020

LA VENTANA (y IV)



EL  ÚLTIMO  DÍA


Clara llegó a trabajar con unas grandes ojeras que no podía disimular más con su maquillaje, el motivo era que Ana no había podido (o querido) quedarse más noches con ella. Y entonces, todo volvió a comenzar de nuevo al poco de llegar sola al apartamento cada día. La sombra, la mujer, el sillón, la media sonrisa oculta en la oscuridad que la miraba… ¡y el teléfono! Pero la noche anterior había sido peor, casi no pudo pegar ojo, por fin se había decidido a hablar con aquél hombre misterioso y apenas durmió pensando cómo hacerlo y qué decirle.

Llevaba una semana así. Cuando supo que su amiga no iba a volver más, Clara había valorado la opción de llevarse a alguien cada noche a su casa, para no estar sola, pero dudaba que su cuerpo quisiera aguantar ese trajín, además que no le apetecía en absoluto flirtear. No le apetecía salir de cacería y con alguien de la oficina ni pensarlo, luego todo sería chascarrillos y su carrera se estaba encaminando muy bien como para introducir elementos de distracción. Las ojeras no debían ser problema, al contrario, aprovecharía para hacerlas valer como que a pesar de encontrarse estresada y pasar una noche horrible, era capaz de ir a trabajar y rendir como siempre.


viernes, 21 de febrero de 2020

Leyenda del viejo pescador.




El pescador, un día más, lanzaba su caña sin resultado ninguno, llevaba ya mucho sin pescar algo que realmente valiera la pena. Y no sabía por qué, pero no se desesperaba a sabiendas de que la constancia es la mitad de la victoria. Esa mañana, un hombre se asomó al otro lado, aunque no cruzaba de orilla, conocía a todo el que estaba enfrente, pero éste ni le sonaba. Iba bien vestido, como de rico que sale al campo a pasear y abandona la Corte por un rato.

- Pescador, cruza la orilla, aquí hay peces -le dijo sin mover los labios siquiera. Pero él ni se inmutó- ¡Pescador! ¿no me oyes? si cruzas a mi lado pescarás todos los días, mi reino es fértil en la tierra y generoso en el agua ¡Ven!


martes, 18 de febrero de 2020

LA VENTANA (III)




UNA  NOCHE  DE  CHICAS


- Pues hija, no sé. De aquí no creo que sea… -le respondía Ana.

- Desde luego yo no le he dado el teléfono a nadie, ni siquiera a Personal, total, lo único por lo que lo tengo es por mi madre, para el resto ya tengo mi móvil y el de la empresa.

- Oye ¿y cuándo te lo pusieron, quién les abrió la puerta del apartamento?

- Uf, no quería decirlo, pero ¿tu te acuerdas que pedí permiso para ir al dentista porque me dolía una muela? Pues ese día fue. Lo que pasa es que para que me pusieran el teléfono fijo, no me pareció una razón suficiente cogerme un día.


martes, 11 de febrero de 2020

LA VENTANA (II)



El  TELÉFONO


- ¿Y qué pasó del “homre sombra”?

- Pues no lo volví a ver más. Sabe Dios quién sería.

- Bueno, ya sabes que hay gente para todo -las dos compañeras seguían tecleando mecánicamente, en realidad en su trabajo apenas les daba tiempo de hablar durante el turno, pero una vez adquirida la práctica, les era fácil mantener algún tipo de conversación entre ellas en medio de su tarea de transcribir lo que recibían por otro conducto, montar las páginas que luego verían los clientes o traspasar los emails a los lugares adecuados.

- ¿Y del teléfono qué pasó al final?


viernes, 7 de febrero de 2020

ESCENAS DE LA GRAN CIUDAD 2


GRAN  VIA


Cuando se abre el semáforo, la avalancha cruza la amplia avenida. Un viandante se detiene en el centro, alza sus brazos y, cuando ya ha pasado todo el mundo y los coches comienzan a moverse, grita: "¡los sueños me amargan la realidad!", sus palabras rebotan en el silencio contra los edificios y escapan volando como pájaros hacia el cielo. El tráfico se detiene y todos le miran... nada más.


@  by  Santiago Navas Fernández

martes, 4 de febrero de 2020

LA VENTANA (I)



EL  ATICO


- ¿Te han puesto ya el teléfono?

- No, la verdad es que aún no lo he contratado -ambas compañeras siguieron tecleando en su ordenador sin mirarse. El día estaba claro, a pesar del frío. Por los enormes ventanales del décimo piso sólo se veía la autovía a sus pies y el parque que se abría al otro lado; más allá, los aviones despegaban y aterrizaban constantemente sin que el rugido de los motores les llegara gracias a los cristales tan gruesos, infranqueables, aislantes y que no se podían abrir, de los modernos edificios de oficinas.

Clara se había mudado de la habitación del hotel de 2 estrellas donde se había alojado desde que llegó del pueblo, tan solo hacía un mes, a un pequeño piso de alquiler que se le comía bastante más de la mitad del sueldo, pero al menos tenía la intimidad que en el hotel le faltaba. No era fácil encontrar piso en Madrid y más si se buscaba una zona con relativas características, para una chica joven, de prometedora carrera en una gran empresa del entorno financiero, sola sin familia y que no le implicase un desplazamiento diario demasiado largo, además que tuviera servicios básicos, pero sin aglomeraciones ¡ah, y unas buenas comunicaciones con el resto de la ciudad! Así que tuvo que elegir entre lo poco que había disponible.


sábado, 1 de febrero de 2020

ESCENAS DE LA GRAN CIUDAD 1

OBRAS

Obras y zanjas abiertas por toda la gran ciudad. El miedo y la aprensión de Francisco le impedían pasar sobre las planchas que ocupaban la acera o los andamios junto a las fachadas, aunque hubiese carteles indicadores y vallas protectoras. Así que prefirió ir por la calzada: la cabeza baja, el paso rápido y los puños apretados en los bolsillos del gabán.


@  by  Santiago Navas Fernández